Por el Dr. Ricardo Soto-Rosa
Juan Carlos conducía en medio del tráfico, por calles llenas de gritos de motorizados y peatones. Regresaba de un día agotador lleno de reuniones difíciles, analizando estados financieros que mostraban la situación muy comprometida de su empresa.
Juan Carlos recordó cómo la situación se había complicado en los últimos meses, cuando desaparecieron los contratos y se impusieron nuevos impuestos, interrumpiendo su flujo de caja. Ya había pasado la mitad de los cupones, sería bastante difícil cambiar su estatus en el empleo, además su consentida esposa siempre se dedicó a las labores del hogar con la ayuda de un ayudante de corte a quien repartía órdenes sin mucha consideración.
Finalmente llegó a casa, esperando un refugio momentáneo de su sufrimiento. Su esposa Catina lo recibió con malas noticias: el menor de los niños, jugando con una pelota de hule, rompió la vieja lámpara de queroseno, reliquia de su bisabuelo, Juan Carlos, que exhibe con orgullo en una mesa privada de la sala.
Muy molesto, Juan Carlos reprende a su hijo y le suspende el permiso para salir durante dos fines de semana, enfadando al menor, que da un portazo de la casa en señal de protesta, mereciendo una nueva reprimenda y una prolongación de la pena. El mes del castigo
Entonces Katina no dejó de manifestar su deseo de un nuevo viaje a Europa donde quisiera conocer los lugares que aún no conocía. Para él “era un momento para disfrutar de la vida ya que su juventud pronto se desvanecería”.
A la hora de dormir, Juan Carlos, inquieto y cansado, estaba viendo las noticias, cuando Catina salió del baño muy sensual, con gestos familiares expresando su deseo de un encuentro íntimo. Juan Carlos buscó complacerla sin demasiado entusiasmo, observando una respuesta lenta y mansa, sorprendida e incrédula, Catina observó en tono exigente,
Preocupación creciente por Juan Carlos, quien, con sus mejores esfuerzos, no pudo reunir la fortaleza necesaria para penetrar.
Katina lo acusa de “traición por tener otra mujer y estar seguro de que todo saldrá bien, arrojándose a la pocilga”. Todo tenía sentido ahora… Por eso lo notó tan extraño y
Entre lágrimas y sollozos indiferentes, le gritó: “Mi madre tiene razón, los hombres son como los perros, comen donde les sirven”.
Los días que siguieron fueron tensos, los problemas no dieron respiro a Juan Carlos, además del derrumbe económico en puerta, tuvo que lidiar con el mal humor y las inquisitivas preguntas de Catina, quien investigaba sus actividades en busca de pistas. . Su ropa, bolso, auto y hasta “caminar por la oficina”.
Después de muchos intentos, Juan Carlos logró restablecer la relación conyugal, pero sin perder el miedo a repetir ese fracaso. Ahora Juan Carlos sentía los mismos dolores de su juventud al hacer un examen de una materia exigente cada vez que llegaba el momento de la intimidad… ¿Aprobará o será suspendido?
El proceso de construcción requiere la integración de varios sistemas. En primer lugar, debe existir un estímulo captado por los sentidos o evocado por la imaginación, que, una vez procesado en el cerebro, desencadena una respuesta excitatoria, que se transmite a varios puntos a través de los nervios, que actúan como cables eléctricos que conectan el cerebro. En el rincón del organismo.
Cuando la estimulación alcanza el nivel de los genitales, los vasos sanguíneos se abren para llenar los dos cilindros que se extienden a lo largo del pene, llamados cuerpos cavernosos, aumentando en longitud, grosor y rigidez.
Una causa frecuente de la disfunción eréctil es el estrés, debido a la liberación de una sustancia llamada adrenalina, que prepara a nuestro organismo para afrontar una amenaza, ya sea atacándola o huyendo de ella.
Entre otros cambios, la adrenalina redistribuye el flujo sanguíneo a los grandes grupos musculares de brazos y piernas, aumentando así el suministro de oxígeno y energía necesarios para un desempeño eficiente en estas condiciones. Una persona con dolor e inseguridad, cuando experimenta un cambio en su erección, aumenta la liberación de adrenalina, pierde más erección, cayendo en un círculo vicioso: más dolor, menos erección, provocando más dolor hasta finalmente la erección.
Juan Carlos, muy avergonzado, explicó los detalles a su médico, quien le dio una completa explicación científica de lo sucedido y le recetó unos medicamentos que abren los vasos sanguíneos del pene, facilitan la erección y la mantienen por mucho tiempo. Juan Carlos pronto recuperó la confianza y supo superar aquellos días difíciles.
Para más información sobre este y otros temas, los espero en mi red social @Drsotorosa.
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