Ya el 2 de marzo de 1811 se había instalado el Congreso definitivo por nuestra independencia.
Como en todos los tiempos de cambio, los abanderados de este importante paso no fueron del todo unánimes.
Cobardes, conservadores y radicales discutieron furiosamente.
Llegaba julio. A medida que avanzaba la sesión del Congreso, la propuesta de la independencia absoluta estaba en la mente de muchos.
Varios diputados apoyaron esta arriesgada medida, utilizando argumentos en llamas.
Unas, y otras, rimaban en la misma línea con la tranquila tesis histórica.
Entre los diputados que se oponían a una ruptura definitiva con las autoridades españolas figuraba el cura de La Greta, Manuel Vicente Maya, que pronto se vio acorralado por los estudios de Fernando Penalvar, Juan Germán Rocío, Francisco de Miranda, Francisco Javier Yánez y tantos otros. partidarios de la emancipación total.
Al mismo tiempo, la niña ardiente fue floreciendo dentro de la Sociedad Patriótica hasta el momento en que Simón Bolívar, el futuro emancipador, lanzó sus célebres palabras ante quienes dudaban de dar el salto definitivo a la emancipación.
Estas palabras, del 3 al 4 de julio de 1811, se toman como su primer discurso político antes de convertirse en un gigante de la historia:
“Qué decisión se debe tomar se está discutiendo en el Congreso Nacional. ¿Y qué dicen? Que debemos comenzar con una confederación, como si no estuviéramos todos unidos contra la tiranía extranjera. que hay que atender a las consecuencias de la política de España.
¿Qué nos importa si España vende sus esclavos a Bonaparte o se los queda, si estamos decididos a ser libres? Estas dudas son los tristes efectos de las viejas cadenas. ¡Ese gran proyecto debe prepararse en silencio! ¿Trescientos años de paz no son suficientes? La Sociedad Patriótica respeta al Congreso Nacional, pero el Congreso debe escuchar a la Sociedad Patriótica, centro de luz y de todos los intereses revolucionarios. Pongamos sin miedo la primera piedra de la independencia sudamericana: vacilar es perderse”.
En la madrugada del 5 de julio de 1811 prosiguió la diatriba en el Congreso y por la tarde se procedió a la votación.
Luego del conteo de votos, el presidente del Congreso, Juan Antonio Rodríguez Domínguez, anunció solemnemente a las tres de la tarde de ese 5 de julio que se había declarado la independencia absoluta de Venezuela.
De acuerdo con la historia de este momento trascendental, el anuncio fue seguido por horas de gran satisfacción colectiva.
Una manifestación espontánea encabezada por Francisco de Miranda, acompañado de miembros de la Sociedad Patriótica y público en general, recorrió las calles de la ciudad ondeando banderas y coreando consignas independentistas.
En la misma tarde del 5 de julio de 1811, el Congreso celebró otra sesión, en la que acordó redactar un documento, cuya elaboración fue encomendada al diputado Juan Germán Rocío y al secretario del Congreso, Francisco Isnardi.
En este documento deberán constar las razones producidas por la Declaración de Independencia, para que, sometida a la reforma del Congreso, actúe como ley y pase al Poder Ejecutivo.