con una espátula
Andrea Fernández, embarazada de ocho meses, quiere desesperadamente decirle a su marido en una prisión de otro estado que se encuentra bien después del huracán Otis, que devastó el balneario de Acapulco en el Pacífico mexicano y mató al menos a 27 personas.
“No hay red. Hace tres días que no puedo comunicarme”, dijo una mujer parada en un puente de esa ciudad del estado de Guerrero.
“Estoy desesperada”, dice entre lágrimas.
Desde el miércoles por la mañana, cuando llegó el ciclón de categoría 5, el máximo en la escala Saffir-Simpson, la electricidad y las telecomunicaciones estaban cortadas en esta ciudad costera de unos 780.000 habitantes.
En ocasiones, los celulares reciben señal en algunas partes del puerto, aunque esta suele ser inestable.
Hay muchos que quieren ponerse en contacto con sus familias sólo para hacerles saber que se encuentran bien. Al recibir la tan esperada llamada, una mujer rápidamente transmitió la noticia: “¡No hay manera de salir de aquí! Hablaré contigo de nuevo cuando pueda. Todo estaba perdido. Es horrible”.
A veces, quienes no pueden comunicarse se sientan en el suelo, resignados a volver a intentarlo más tarde, tratando de conservar la batería de sus teléfonos móviles.
Desde el puente donde Andrea intenta contactar con su marido se puede ver el famoso Hotel Princess y un campo de golf completamente en ruinas.
Por otro lado, decenas de personas seguían cargando víveres y electrodomésticos de un supermercado bajo la atenta mirada de los militares. Otros, por su parte, acudieron a una planta de luz para cargar sus celulares.
Andrea dijo que uno de sus vecinos caminó hasta el pueblo de Chilpancingo, a unos 100 kilómetros de distancia, para guiar a varios vecinos que querían contactar a sus familias.
Ella, sin embargo, seguía sin poder comunicarse con su marido, quien se encontraba recluido en un penal del estado de Jalisco (oeste). Pero no pierde la esperanza.
– “duro y estresante” –
Yesenia Peñaloja también intentó llamar a su hermana, que vive en el vecino estado de Michoacán (al oeste), para asegurarse de que ella y sus padres estuvieran a salvo después del huracán.
La mujer de 21 años señaló que aunque Otis pasó de tormenta tropical a huracán catastrófico en cuestión de horas, un hecho sin precedentes, su familia pudo mantenerse por sí misma, aunque a veces le preocupa la escasez. Alimentación en el corto plazo… .
“Hay lugares a los que puedes ir (para intentar comunicarte). He enviado mensajes de texto pero quién sabe si vendrán”, dijo la mujer, que trabaja en un hotel donde no sabe si ha sufrido o si podrá mantener su trabajo allí.
Para Yesenia, es “duro y estresante” saber que su hermana está preocupada por su familia. “Algunas personas han tenido la suerte de encontrar una señal y comunicarse”, afirma resignado.
En las redes sociales, varias personas intentan saber qué suerte corrieron sus familiares. “No hemos sabido nada de mi papá desde el martes por la noche después del huracán”, se lamentó una mujer.
Las estaciones de televisión locales instalaron cámaras en el puerto y permitieron que la gente viviera para informar que estaban a salvo, mientras transmitían imágenes de la multitud improvisada.
Impotencia-
Pero el desafío de poder comunicarse es si uno quiere comunicarse con otra persona en Acapulco en la misma ciudad, porque muy pocas personas mantienen señal.
Algunos turistas se acercaron a los periodistas en la vía principal del puerto, la Costera Miguel Alemán, para ver señales de un hombre enfermo que no podía caminar y necesitaba ser evacuado de un edificio dañado.
La familia del paciente también vive en el puerto, pero les resulta imposible comunicarse.
Francisco Pérez, de 50 años, está desesperado por hablar con su madre, también de Acapulco. Acusó a las autoridades de no haber respondido al impacto del huracán.
“(Ellos) pusieron unas antenas portátiles en puntos estratégicos, pero ya llevan dos días ahí y ni siquiera se puede, ¿qué podemos hacer?” Expresó su enojo.
AFP