Caracas Al Dia
Haití, que alguna vez fue la colonia más próspera de América, ha experimentado una trágica transformación en las últimas décadas, convirtiéndose en la nación más pobre de la región, con más de la mitad de su población viviendo por debajo del umbral de pobreza. Esta polarización histórica ha llamado la atención y preocupación de la comunidad internacional.
Por: Alan Rivera – Periodista de Investigación
Los desafíos que enfrenta Haití son abrumadores, desde la pobreza extrema y la inestabilidad política hasta los desastres naturales, la corrupción y una grave falta de infraestructura. A esta lista hay que añadir la violencia y la inseguridad provocadas por las bandas armadas, que controlan alrededor del 80% de la capital, Puerto Príncipe.
Las pandillas han aterrorizado a la población con una ola de violencia indiscriminada, secuestros, violaciones, incendios provocados, tráfico de drogas y abusos, obligando a más de 200.000 personas a huir de sus hogares. Además, sitiaron la ciudad, cortando líneas de suministro vitales al resto del país.
Algunas de estas pandillas han establecido vínculos directos con funcionarios corruptos, lo que debilita aún más las instituciones gubernamentales y dificulta la aplicación de la ley y el orden.
Para comprender mejor el contexto de este informe presentado por el organismo internacional, es importante recordar que su origen está en Canadá. En diciembre pasado, el Departamento de Estado de ese país sancionó a tres influyentes empresarios haitianos, Gilbert Bijou, Reynold Dib y el sheriff Abdallah, bajo acusaciones falsas de financiar bandas armadas. Carl Brown y Andy Apped se agregaron más tarde. Sin embargo, estas sanciones se impusieron sin pruebas creíbles ni concluyentes.
Un informe reciente de las Naciones Unidas sobre Haití nombró a figuras destacadas involucradas en la financiación de bandas armadas, entre ellas el ex presidente Joseph Michel Martelly, el ex senador Yuri Latourteau, el ex congresista Profane Victor y el empresario Reynold Deeb. El informe hacía acusaciones graves contra el Sr. Deeb sin darle la oportunidad de disputar estas afirmaciones. Lo que resulta bastante curioso es que las pruebas utilizadas no tendrían valor legal ante ningún tribunal:
1. Un senador haitiano desacreditado, que utiliza rumores para acusar al Sr. Dib.
2. Informacióninformación derivada de una entidadd Comercial cuyo objeto privado no está claro. De hecho, la ONU no ha identificado a esta entidad, lo que genera más dudas.
3. Información de 3 economistas de la diáspora no identificados que no tienen suficiente base en Haití para evaluar adecuadamente las quejas recibidas.
4. nuevoRecuerde, un miembroEdad civil “no revelada” en muchas otras sociedades civiles afiladoel espejoLa competencia no permite ni permite necesariamente una evaluación adecuada Tu opinión da credibilidad.
5. Ninguno de los comerciantes autorizados, aunque estaban disponibles, fue interrogado por el Comité de Prohibición ni se le dio la oportunidad de responder a sus acusaciones.
Está claro que la violencia de las pandillas en Haití ha causado daños económicos a todas las empresas haitianas. Por lo tanto, tenemos que preguntarnos ¿qué justificación puede tener un empresario legal para financiar bandas que cometen robos, asesinatos y todo tipo de delitos que crean más caos y destrucción en ese devastado país? ¿Por qué el dueño de una empresa decidiría financiar y armar a bandas que roban sus camiones, contenedores y productos antes y después de estos supuestos incidentes financieros? ¿No es absurdo que una empresa financie a quienes siembran el caos? ¿Empobreciendo a la población a la que se supone deben servir? ¿Son ellos los consumidores finales de sus bienes y servicios?
Respetar el principio de presunción de inocencia y el derecho a la legítima defensa y a enfrentar a quienes los acusan son fundamentales. Por lo tanto, las Naciones Unidas deben tener mucho cuidado para no caer en la confusión y poner en peligro su reputación e imparcialidad. Por el contrario, la ONU debería permitir que cada ser humano ejerza sus derechos fundamentales.