En este año 2023, el colapso de la cosecha de aceituna ha sumido en la desesperación a más de 150 empresas del sector por las consecuencias medioambientales y ecológicas del cambio climático.
En la península de Calcídica, en el noreste de Grecia, la ausencia del invierno está resultando dura para los millones de olivos de la región, muchos de los cuales ya no producen aceitunas como resultado de ello.
El agricultor griego Zaharoula Vasilaki contempla con admiración un olivo bicentenario gigante que es uno de los pocos que aún da frutos a pesar de haber sido alcanzado por un rayo hace varios años.
“El clima ha cambiado y los árboles no pueden resistirlo. Ya no tenemos invierno”, lamenta este agricultor de 48 años que produce de forma biológica en la ciudad de Polygyros.
A mediados de noviembre el termómetro sigue marcando 15 ºC en la región.
“En este momento, la temperatura debería ser de 10 grados”, dijo Nikos Anoixas, miembro de la junta directiva de Doppel, la organización nacional griega interprofesional de aceitunas de mesa.
Por su parte, Vangelis Evangelinos, de 62 años, que cultiva aceitunas comestibles en las tierras de su familia desde pequeño, no cree que las condiciones meteorológicas de su región hayan sido tan desfavorables este año como para sufrirlas, ni recuerda una cosecha tan mala.
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Lluvias cortas, daños del cambio climático
“Las precipitaciones son intensas y breves, lo contrario de lo que se necesita para enriquecer el suelo”, señala.
Según productores y expertos, esta situación ha dañado millones de árboles en la región. El resultado es que muchos de ellos ya no producen aceitunas.
“Este es un problema que hemos notado en los últimos cinco años”, afirmó Zaharula Vasilaki.
Bueno, “las plantas necesitan entre uno y dos meses de frío para descansar”. […] Para poder pagar más tarde [sus frutos]”, explicó.
Los gigantes del sector en la Unión Europea (UE), Italia y España enfrentan problemas similares, lo que hace subir los precios del aceite de oliva y de los pilares alimentarios del aceite de oliva en la región mediterránea.
España, primer productor mundial de aceite de oliva, afronta un año 2022 muy difícil y la sequía de este año ha agravado el problema.
Según estimaciones de la UE, la producción de aceite de oliva en el bloque disminuirá un 39% en 2022-2023 en comparación con 2021-2022.
Athanasios Molassiotis, agrónomo y director del laboratorio de arboricultura de la Universidad Aristóteles de Salónica, dijo que registró un aumento de temperatura de dos grados en octubre, noviembre y diciembre de 2022 en comparación con el año anterior.
Esto afecta a los cogollos de la aceituna, especialmente a la variedad Chalcidica, que “necesita temperaturas bajas en invierno”, explica.
En esta región, conocida también por sus aguas cristalinas y sus playas de arena blanca, se produce casi la mitad de las aceitunas de mesa de Grecia, es decir, una media anual de 120.000 a 150.000 toneladas, según la Cámara de Comercio. regional
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“Efecto masivo
Más de 150 empresas de la región trabajan en el procesamiento y comercialización de aceitunas, y más del 90% de los productos se exportan a todo el mundo.
Los comerciantes están desesperados por la reducción de la producción de aceitunas este año.
“Me temo que la situación empeorará”, lamentó Yannis Koufidis, presidente de la Cámara de Comercio.
El impacto económico sobre los productores ya es “enorme”, según él, con una pérdida de alrededor de 200 millones de euros (unos 219 millones de dólares) sólo en Calcídica.
En la unidad local de procesamiento de aceitunas, que maneja envíos de todo el país, la gerencia afirma que la producción ha caído al menos un 70%.
Según el estudio sobre el cambio climático de la Universidad Aristóteles, se espera que la temperatura media de la región aumente entre 1,5 y 2 grados en los próximos años.
Para los productores, la esperanza es desarrollar una variedad de aceituna local que requiera menos clima invernal. Yannis Koufidis afirmó que la cámara de comercio regional está trabajando con la Universidad Aristóteles en este proyecto “muy difícil”.
“Pero no podemos quedarnos de brazos cruzados”, afirma.
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