Nayeb Bukel se describió a sí mismo como “el mejor dictador del mundo”, un mensaje irónico dirigido a los críticos que habían planteado su intención de reelegirse como presidente de El Salvador a pesar de que la Constitución lo prohíbe. Se redefinió en su cuenta
Consciente del entusiasmo popular que le garantiza el 80% de la intención de voto antes de acudir a las urnas, Buchel no duda en rebatir los argumentos de las organizaciones de derechos humanos contra sus duras políticas, que han llevado a más de 76.000 personas a ir a las cárceles del país. El 90% de ellos sin sentencia, informó AP.
“Esto no lo logramos con una receta extranjera, sino con un estado de emergencia”, dijo el domingo antes de que se anunciaran los resultados, pero adelantó su intención de mantener la suspensión de derechos fundamentales con el objetivo de que en El Salvador no vuelva a suceder. “Capital mundial del asesinato”.
Hace ocho años, sus aspiraciones de presidir El Salvador se vieron frustradas cuando el izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, con el que tuvo su primer contacto con la política a través de sus vínculos familiares, bloqueó su camino hacia la presidencia. No seré tu candidato.
Tras su primer año como presidente, en 2020, comenzó a promover sus políticas de línea dura como estrategia de protección contra las pandillas. Pero el Congreso, entonces controlado por dos partidos de oposición, detuvo su proyecto. Mientras Bukele estuvo allí, rodeado de seguidores y apoyado por los militares, permaneció una imagen poderosa.
En abril de ese año, al inicio de la pandemia de COVID-19, la Corte Suprema cuestionó la decisión del presidente de enviar a centros de detención temporal a quienes violaran la cuarentena. Buckel volvió a recurrir a las redes: “Una cosa es interpretar la Constitución y otra muy distinta ordenar que muera la gente”.
Y cuando su partido tomó el control de la Asamblea, los legisladores purgaron a los miembros de la Corte Suprema. Los nuevos miembros, que tenían otros criterios a la hora de interpretar la constitución, finalmente fallaron a favor de Bukkel y permitieron su reelección en 2021, ordenando a las autoridades electorales registrar su candidatura.
Su dura política contra las pandillas
Joven, acomodado, con el pelo cuidado y ropa informal, Bukkel pronto se convirtió en un fenómeno político por sus políticas de seguridad y su represión contra las pandillas. Después de llegar al poder, negó categóricamente estar negociando con líderes de pandillas como lo habían hecho gobernantes anteriores para apaciguar a los criminales en las calles a cambio de favores.
Y luego llegó el 26 de marzo de 2022. En un día, 62 personas fueron asesinadas por pandillas en todo el país, una cifra sin precedentes. Bukele decidió entonces implementar un estado de excepción, que se mantiene hasta ahora, y que suprime derechos fundamentales como tener acceso a un abogado, ser informado de los motivos de una detención o no interferir en las comunicaciones.
La fuerza pública se movilizó en las calles, con la imagen de redadas masivas en barrios en conflicto o ciudades enteras. Van de puerta en puerta en busca de presuntos pandilleros que luego aparecen, ya arrestados, en ropa interior.
Dos años después de implementar la estrategia, más de 76.000 personas siguen en prisión, la mayoría sin condena, y el propio gobierno ha tenido que liberar a unas 7.000 personas por falta de pruebas.
Grupos de derechos humanos han informado de malos tratos a detenidos y decenas de muertes en cárceles, algunas con signos de tortura.
Seguridad ciudadana, bandera ante las críticas
A pesar de las preguntas sobre abusos a los derechos humanos que Buckel ha adoptado, el presidente se aferra a las conclusiones como base para sus propuestas oficiales.
Los pequeños negocios de barrio ya no sucumben a la extorsión de las pandillas y los niños asisten a la escuela sin temor a ser reclutados por la fuerza por las pandillas.
Ésta es la justificación del presidente para apoyar su estrategia de seguridad. Acusó a quienes criticaron sus duras políticas de ser protectores de criminales. Grupos de derechos humanos cuestionaron dónde estaban las pandillas cuando tomaron las calles del país.
El pasado mes de septiembre defendió sus decisiones durante su discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas. “Hoy les vengo a decir, ese debate se acabó, ya no somos la capital mundial de la muerte, hoy somos el estándar de seguridad, los resultados están ahí, son irrefutables, en El Salvador hicimos lo correcto para El. El Salvador.”