En un rincón del mundo donde la tierra se encuentra con el mar, dos naciones compiten por un tesoro líquido: el petróleo. Venezuela y Guyana, los vecinos de la región, están envueltos en una disputa territorial que se extiende por casi un siglo. Pero esta vez, la lucha no es sólo por la soberanía sobre la región del Esequibo, sino también por el control de los vastos recursos bajo las olas.
Guyana, un país que hasta hace poco era más conocido por sus bosques tropicales y su diversidad étnica que por su producción petrolera, se ha convertido en un actor importante en el tablero geopolítico. El descubrimiento de cuencas petrolíferas frente a sus costas cambió las cosas. Empresas como Exxon Mobil Corp. han invertido miles de millones en la explotación de estos recursos, y las cifras hablan por sí solas: febrero exportó 621.000 barriles por día, superando a su vecino por sólo 604.000, según Bloomberg.
Por otro lado, Venezuela, que alguna vez fue el líder indiscutible en el mercado petrolero mundial, enfrenta varios desafíos. Las sanciones impuestas por Estados Unidos han afectado su producción y aunque las recientes flexibilizaciones le han permitido recuperarse, todavía está lejos de su capacidad anterior. El país, que alberga las mayores reservas de petróleo del mundo, lucha por mantenerse a flote en un mar de incertidumbre política y económica.
La historia de esta rivalidad está entrelazada con la geología. El suelo del Esequibo guarda secretos ancestrales: el petróleo, el oro negro que impulsa a las naciones y cambia el destino. Guyana, con su nuevo campo de extracción en Guava, pasó de cero a 637.000 barriles diarios en sólo tres años. Venezuela, por su parte, quiere recuperar su antigua gloria, pero las sanciones y los disturbios internos dificultan el camino.