La conmemoración de los 200 años de la Batalla de Ayacucho, hecho histórico que reafirma el heroísmo de nuestro pueblo americano, ofrece la posibilidad de una visión poética, desde un ángulo menos homérico.
Sin hacer lo que quiere el fotógrafo Rodrigo Benavides, esto es lo que se traduce en el esfuerzo titánico, un trabajo de muchos años de profesión profundamente nómada, trascendiendo las fronteras geográficas e históricas del hombre y su cámara, para ubicarse en un punto intermedio entre el sujeto y ello. Su destino potencial: algo que trascienda incluso el paisaje y perpetúe lo simbólico.
Lo primero que deja claro Benavides es que esto no es una exposición fotográfica, ni él es un artista. El resultado de todos estos esfuerzos se refleja en la larga marcha de valientes guerreros que superaron las condiciones más duras: Desde el sombrero de pescador de un kilo que obligó a indios y africanos a sumergirse en las profundidades del océano para pescar perlas en Cubagua, hasta los raros. Las praderas de los cerros Condorcunca de la Quinua Pampa, a 3.400 metros sobre el nivel del mar, donde los hombres de Sucre clavaron la estaca fatal sobre el hinchado cuerpo de las fuerzas realistas para expulsarlas de suelo americano el 9 de diciembre de 1824.
Rodrigo Benavides prefiere no hablar en esta “entrevista”.
Tan cierto es que Rodrigo prefiere no hablar en esta entrevista que, lejos de ser insólita, corresponde al momento de alegría del creador, a quien no le importa sólo una obra que pertenece tanto a la epidermis como a la suya propia. Un continente desgastado, pero también es una hipótesis válida para la “reconciliación”, la idea que nutrió desde la XV Bienal de La Habana junto al maestro Zacarías García con su deseo de unirnos en el país, el continente y el mundo.
En el momento de esta “entrevista”, ni siquiera tenía claro cuántas de las imágenes completarían el persuasivo recorrido de la exposición, que se exhibe desde el domingo 8 de diciembre en la parte central de la Galería Nacional de Arte. . Se trata de imágenes de gran escala, algunas de hasta 3,50 metros, que parten del río Orinoco y finalizan en Ayacucho. Gráficos que había conservado desde la década de 1980 y conservado en sus archivos hasta que la vida justificó el momento de mostrarlos no como exhibiciones sino como metáforas. “Este proyecto es una construcción colectiva”, apenas murmuró antes de decidirse a dejar hablar con nosotros al sociólogo y curador Raúl Chacón Carrasco.
“Más allá de la instalación fotográfica, supera incluso los elementos artísticos e históricos. Más que nada, es un relato poético desde el punto de vista fotográfico, con el método de la metáfora, cómo uso una imagen para definir un proceso, el de un Se puede adaptar la interpretación de un niño y el prejuicio de un historiador.
Raúl Chacón Carrasco, sociólogo y curador, nos lo explicó detalladamente.
Carrasco y Benavides llevan más de 1 año trabajando juntos en esta propuesta. Uno explica el otro, la fotografía documental los cataliza y las ocho estaciones o diálogos permitirán a GAN experimentar la patria con sus metáforas.