con una espátula
Uruguay otorgó asilo al atleta venezolano Eldric Sela luego de su participación en los Juegos Olímpicos de Tokio. Actualmente continúa entrenando y compitiendo con un enfoque en lograr un mejor récord en los Juegos de París 2024. Su compromiso es con su país Venezuela.
por vozdeamerica.com
El joven boxeador Eldric Sella, nacido en Venezuela, quien compitió como atleta refugiado en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, deslizó una nota al comienzo de la entrevista: Vive, entrena o viaja donde coincida contigo en el presente o el futuro, tú no. olvida tu origen.
“Soy un chico de un barrio de Caracas el 23 de enero, que soñaba como muchos venezolanos”, dijo el deportista de 26 años, sentado frente a la ventana de su casa en Montevideo, Uruguay, en una fría mañana en la segundo sábado de junio.
Fue bienvenido de regreso a su tierra natal sudamericana después de su competencia en Tokio, donde su caso ganó notoriedad mundial a pesar de haber sido eliminado en la primera ronda. circular.
En esos días de julio de 2021, Cela se convirtió en un hombre sin lugar para vivir, ya no en un atleta -los Juegos Olímpicos se pospusieron un año debido a la pandemia-. Trinidad y Tobago, donde se refugió en 2018, le dijo que no renovaría su visa porque su pasaporte venezolano estaba vencido.
“Pasé bajo la bandera olímpica que representa al equipo olímpico de refugiados, pero represento a Venezuela. Soy venezolano y mi esencia es Venezuela, y donde quiera que esté, con o sin bandera, con o sin música, represento a Venezuela”, comentó en una videollamada que se tornó candente, con una promesa que mantuvo por cerca de 2 años. , de Tokio.
La celebración del Día Mundial del Refugiado fue la ocasión ideal para que Sela se tomara un descanso de su rutina personal y formativa, que aún continúa, para reflexionar sobre la figura proteccionista y sus propias experiencias con ella.
El Comité Olímpico Internacional dijo que su ejemplo y determinación “inspira a los refugiados en todas partes”. A Venezuela le gusta revisar sus archivos personales y deportivos, tratando de sacar a Carat de su trascendencia.
Su infancia fue “relativamente normal, llena de mucho amor de la familia”, dice. A los 9 años se enamoró del boxeo en un barrio con muchos estadios de béisbol. Alfonso Blanco, un golpeador profesional que peleó por Venezuela en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, también era vecino de 23 de Enro, su “faro”.
Un refugio no planeado
Sela dijo que su emigración estaba “sucediendo” ya que viajó varias veces a Trinidad y Tobago para trabajar, “ganar algo de dinero” para su familia y regresó a su país en 2017.
“Nunca tuve el valor de decir: ‘Me voy, no vuelvo’. Allí conocí personas que me abrieron puertas y me dijeron que entendían cuál era la situación” en Venezuela, donde la crisis económica, política y de inseguridad se ha “agravado” sostenidamente en la última década, relata.
En una de esas migraciones temporales, sus padres le dijeron que no volviera. “Así pasó el tiempo y, bueno, decidí quedarme en Trinidad y Tobago, pero nunca fue una decisión que tomé, ‘Me voy y me voy’. Nunca quise salir de mi país, pero, como yo y millones de venezolanos, teníamos que hacerlo”, subrayó.
En el Caribe escuchó casos como el suyo antes de apostar por el asilo con la ayuda de la agencia de la ONU ACNUR, que vigila los derechos de quienes se ven obligados a huir de sus hogares a causa del conflicto y la persecución.
No quería ser deportado. Sintió que su vida “puede estar en riesgo de cierta manera”, ya que las condiciones de vida empeoraron.
Su “mayor” sueño de boxear en los Juegos Olímpicos, intacto durante esos años, era entrenar y competir entre Venezuela y Trinidad y Tobago, señaló.
“Nunca perdí el foco en lo que quería, que era ir a los Juegos Olímpicos, obviamente representando a mi país. Ni siquiera sabía de la existencia de un equipo olímpico de refugiados, lo descubrí más tarde, como solicitante de refugio”, dice.
El punto de inflexión de su vida.
Ser parte del equipo olímpico de refugiados de Tokio 2020 de 29 atletas “cambió mi vida”, admite agradecido. Esto implica no solo competencia, sino la importancia de dar un paso adelante con un embajador experimentado de una nación en problemas ante millones de personas en todo el mundo, quizás de manera inesperada.
“Este sueño de representar a mi país en los Juegos Olímpicos ha dejado de ser un mero sueño personal y se ha convertido en algo que puede ser muy significativo para muchos, independientemente de su nacionalidad”, señaló.
Al conocer los testimonios de quienes vivieron una situación similar a la suya, entendió su papel como parte de “un sentido mayor”.
Especula que “podría ser un poco amenazante” para los países que han dado asilo a los solicitantes de asilo, pero defiende el potencial de esos millones.
“Los que somos refugiados o solicitantes de asilo siempre tenemos algo que aportar. Siempre hay un deportista, un médico, un maestro, un abogado o incluso un hombre común, que no tiene educación, pero que tiene ganas y afán de superación”, dijo, invitando a la nación a recibirlos “con los brazos abiertos”. “
“Lo que se les dé, lo devolverán el doble”, garantizó.
papel místico
Cella dijo estar profundamente agradecido con Uruguay, ACNUR y el Comité Olímpico Internacional. Estos tres actores fueron la clave para llegar a un asilo que le permitió lograr su “rehabilitación” junto a su novia y su padre y entrenador, Edward, y entrenar en sus actuales residencias de España, Brasil y Argentina.
En Montevideo tiene “buenas oportunidades” como tener una cédula, abrir una cuenta bancaria y poder alquilar un departamento, dice.
No ha olvidado la “gran cicatriz” que le dejó su pobre actuación en Tokio. Intenta prepararse para competir en los Juegos Olímpicos de París en 2024.
“Mi enfoque está en París. Me despierto pensando en eso. Siempre estoy entrenando, buscando formas de competir. Gracias a Dios, aquí en Uruguay puedo hacerlo. Ya he competido internacionalmente como refugiado”, dice.
Su objetivo es “hacer grandes cosas” en un año en la capital francesa, “gane o pierda”, dice Sela.
“En Tokio sucedió algo grandioso. Aunque mi actuación no fue la mejor, tocó la vida y el corazón de muchos. Muchos venezolanos se inspiraron e identificaron con mi historia”, dice agradecido.
Junto a la ciclista afgana Masomah Ali Zada, Sela recibió el Premio Princesa de Asturias de los Deportes 2022 en nombre de la selección olímpica refugiada. Es el primer latinoamericano en competir bajo este número.
El rey Felipe IV la animó a “seguir luchando por sus sueños” en la ceremonia.
Ese acto, entruts entre la realeza en Madrid VOAConfirmó que representar a millones de refugiados a través de su obra es “bastante grande y trascendente”.
“Ganar un premio de esta magnitud demuestra que lo que estamos haciendo no es solo simbólico, sino algo real, con impacto”, comparte.
Entre coraje y sueños
Dice que está “lleno de coraje” hoy para mantenerse en forma para sus próximos objetivos deportivos. Espera sumar “algo positivo” a la reputación de millones de venezolanos en el exterior con sus logros y esfuerzos.
Cree que todavía hay “situaciones no resueltas” en su país. “Venezuela no tiene que ser lo que es. Es probable que sea mucho más alto”, evaluó.
Con o sin guantes de boxeo, el atleta espera que su tierra viva “un verdadero cambio” esta mañana de sábado, a 7.350 kilómetros de distancia.
Sela se despide de su país con un deseo especial: que haya llegado a su “plenitud”.