con una espátula
Después de esquivar jaguares y serpientes, soportar un centro de detención y pasar tiempo en la carretera, caminar por la jungla y viajar en autobús a la Gran Manzana, se encuentran en Salt Lake City.
Del Salt Lake Tribuna
Una noche de finales de febrero, la familia de nueve miembros de Eduardo Marchena e Iuliani Escudero aterrizó en el Aeropuerto Internacional de Salt Lake City procedente de la ciudad de Nueva York.
No tenían contactos en la ciudad, sabían poco inglés y no tenían adónde ir.
“Cuando llegamos, no sabíamos qué hacer cuando llegáramos al aeropuerto”, dijo Marchena en una entrevista realizada en español. “No sabía dónde debíamos buscar refugio”.
Los familiares de Marchena y Escudero abandonaron su hogar en Venezuela en septiembre en busca de asilo y mayor estabilidad en Estados Unidos. En Venezuela, tenían dificultades para acceder a productos básicos como fórmulas para bebés y no podían ganar suficiente dinero para alimentar a sus familias.
Su historia refleja el caos y la confusión causados por la crisis humanitaria en la frontera entre Estados Unidos y México y destaca cómo un mosaico de políticas deja a las comunidades de todo el país luchando por brindar servicios, mientras que los solicitantes de asilo pueden valerse por sí mismos.
Un viaje desgarrador
Antes de que Marchena y Escudero llegaran a Estados Unidos, el viaje desde Venezuela hasta la ciudad fronteriza mexicana de Piedras Negras tuvo sus propios obstáculos desalentadores.
En las selvas del sur de Centroamérica, los familiares recuerdan haber visto jaguares y haber intentado evitar las serpientes. En otros puntos de su viaje, dicen, policías y funcionarios gubernamentales corruptos extorsionaron el poco dinero y objetos de valor que tenían.
Los familiares continuaron buscando mayores oportunidades para poder enviar apoyo financiero a sus familiares en casa, donde es difícil conseguir dinero. La inestabilidad económica ha alimentado una ola de venezolanos que huyen del país sudamericano.
Después de cruzar el Río Grande desde Piedras Negras hasta Eagle Pass, Texas, el 18 de diciembre, pasaron más de un mes durmiendo en albergues para migrantes, hoteles y en las calles.
Inmediatamente después de cruzar la frontera, pasaron cuatro días en un centro de detención en espera de un procesamiento preliminar. Allí, dijo Marchena, fueron separados temporalmente de los niños.
La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos, la agencia federal responsable de administrar estos centros, no respondió a una solicitud de comentarios.
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