Caracas Al Dia
El camino hacia la recuperación en la isla hawaiana de Maui está plagado de obstáculos, pero la comunidad latina enfrenta dificultades adicionales: principalmente por el miedo a solicitar ayuda federal para los indocumentados que enfrentan barreras lingüísticas en un entorno anglosajón.
Diana, de ascendencia guatemalteca, dijo que muchos residentes en situación de inmigración irregular se niegan a solicitar asistencia federal por temor a que su información ingrese a las bases policiales y eventualmente resulte en una deportación.
Él conoce esta situación de primera mano porque trabaja como voluntario en una iglesia cerca de Lahaina, Citizen Church, que ofrece misas en español y entrega comestibles, y ha sido contactado por voluntarios para brindar servicios de traducción al español.
Fue tal la generosidad hacia las víctimas que, a la entrada del templo, un cartel advierte: “No aceptamos más donaciones”.
“Tenemos tantas cosas que ya no sabemos distribuir. Hemos tenido mucho éxito, ese es el espíritu ‘Aloha’”, afirma Diana, quien cree que ahora lo que hace falta es el apoyo de organizaciones y abogados que asesoren a quienes no tienen papeles y no saben cómo conseguir ayuda.
Ante el temor en la comunidad, la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA) reiteró que “cualquier persona” afectada por un desastre puede ser elegible para recibir asistencia, independientemente de su estatus migratorio.
Además, FEMA cuenta con personal en la isla que atiende a las víctimas en español.
Maui ha sido durante décadas el hogar de una comunidad latina compuesta principalmente por mexicanos, salvadoreños y hondureños que hoy enfrentan la devastación de los incendios forestales, los más mortíferos en Estados Unidos en cien años.
Según datos de 2022 del censo de EE. UU., los latinos representan aproximadamente el 11% de la población de Hawái.
Antes del incendio, el fútbol y las misas en español unieron a la comunidad latina de la zona. Sin embargo, ahora todo se centra en ayudar a las víctimas a través de oraciones, distribución de bienes básicos y búsqueda de asesoramiento legal.
Además, como muchos de sus vecinos, la comunidad hispana se pregunta si podrán quedarse en Maui o si tendrán que trasladarse a otros estados en busca de mejores oportunidades tras los incendios, el desempleo y los programas de asistencia. Incluirá a personas en situación migratoria irregular.
“Es triste que lo que construiste a lo largo de los años se destruya en unas pocas horas”, dijo Rocío Garro, una mexicana que se plantea abandonar la isla tras perder su casa y una tienda de artículos de buceo y snorkel que poseía durante una década. En Lahaina, la ciudad más afectada por los incendios forestales.
Otra vecina, Jenny, una mexicana que vive en Maui desde hace 20 años, lamenta la posible disminución del turismo y teme que afecte negativamente a su tienda de artesanía y decoración.
“Para mí, afortunadamente, el único efecto es que estos días no puedo vender nada, a diferencia de muchas personas que lo han perdido todo”, dice Jenny con cierta amargura, consciente de ser una de las afortunadas de la isla pero temerosa de lo que sucederá. suceder. Su tienda podría incendiarse.
El incendio de Maui mató a 115 personas, entre ellas dos mexicanos y un costarricense. Además, 338 personas siguen desaparecidas, lo que podría aumentar significativamente el número total de muertos.
Según las estadísticas del condado de Maui, los inmigrantes -muchos de ellos latinos- constituyen el 30% de las personas directamente afectadas, es decir, los desplazados, los muertos o los que han perdido algunas de sus posesiones.
Lahena, convertida en un valle de cenizas, se convirtió en el rostro de esta tragedia. Los vecinos ondeaban banderas hawaianas a media asta en coches y casas en pie.
“Lahaina Strong”, “Lahaina Resists” o “Maui Resists”, se pueden ver en carteles a lo largo de la carretera, incluido uno con la leyenda “Lahaina Live Matters”.
Los familiares han erigido un monumento cerca de la entrada a Lahaina para honrar a las víctimas. A lo largo de unos 200 metros, hay cruces de madera que recuerdan a cada uno de ellos, con flores, más banderas hawaianas y, en el centro, un cartel con las palabras “Respeto”.
En una de las cruces, se encuentra la cubierta carbonizada de lo que alguna vez fue un balón de fútbol. Un vecino explicó a Efe que la pelota pertenecía a un niño de Maui al que le encantaba el juego.
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