El Papa Francisco presidió este sábado la Misa de la Vigilia Pascual en la Basílica de San Pedro, tras abandonar el Vía Crucis del Coliseo para atender su salud, y en su homilía pidió “quitar la desesperación” por “los destruidos por el mal”. y ha sido golpeado por la injusticia.”
El Papa participa en todos los ritos de esta larga celebración de más de dos horas que conmemora la espera de la resurrección de Jesús.
En la homilía señaló que “a veces sentimos que se ha colocado pesadamente una lápida en la entrada de nuestro corazón, asfixiando la vida, asfixiando la fe, encerrándonos en una tumba de miedo y de amargura”.
El Papa los llamó “los tropiezos de la muerte” y dijo que “son todas experiencias y situaciones que nos roban el entusiasmo y la fuerza para seguir adelante”.
Y entre ellas cita “la muerte de nuestros seres queridos, que deja en nosotros un vacío imposible de llenar; En el fracaso”, “los muros del egoísmo y la indiferencia, que resisten la promesa de construir ciudades y sociedades más justas y dignas para las personas” y “todos los anhelos de paz destrozados por la crueldad del odio y la violencia de la guerra”.
Luego el Papa aseguró que “Jesús es nuestra Pascua, que nos conduce de las tinieblas a la luz, que nos acompaña para siempre y nos salva del abismo del pecado y de la muerte, acercándonos a la luminosa inspiración del perdón y de la vida eterna”.
Francisco se dirigió luego a “los sin tierra, los mártires, destruidos por el mal y afligidos por la injusticia” para que puedan expulsar “a los cantantes de la desesperación esta noche”.
La ceremonia, una de las más largas en tradición y cargada de simbolismo, comenzó con la bendición del fuego y el encendido del cirio pascual en el atrio de la basílica. El Papa marcó la vela con inscripciones de la primera y la última letra del alfabeto griego – Alfa y Omega – simbolizando que Dios comienza y termina en una basílica completamente oscura.
Luego, la tradicional procesión se desarrolla en completo silencio y oscuridad y con la entrada de los iniciados para representar la ausencia de luz tras la muerte de Jesucristo encendiendo únicamente velas.
Las luces de la basílica se encendieron después de que el diácono cantara tres veces la frase ‘Lumen Christi’ (Luz de Cristo) y comenzara la misa ante 6.000 fieles.
Esta larga ceremonia siguió la tradición de los primeros años de la Iglesia, los catecúmenos, los adultos que deseaban convertirse al cristianismo y por ello, también se celebró la bendición del agua y Francisco bautizó a ocho adultos de diferentes nacionalidades: cuatro italianos. , dos coreanos, un japonés y un albanés.
Durante esta Semana Santa vaticana no ha sido posible disfrutar de la presencia detrás del altar del imponente baldaquino de San Pedro obra de Gian Lorenzo Bernini, ya que está cubierto porque se está llevando a cabo una restauración de cara al Jubileo del próximo año.