con una espátula
No quiere nada más que cuidar sus cosas y seguir trabajando en ellas. Milagro Barrero, una morena de unos 40 años, vende holocaustos estos días. Vive en Guyana, su corazón está en Venezuela.
Por El Pitazo
Capaz de vender cualquier cosa, trabaja por cuenta propia en Tuschen, una comunidad costera a unos 41 kilómetros al oeste de la capital, Georgetown, sobre el río Esequibo.
“No es el trabajo que soñé, pero al menos sigo con lo que hago con mi esposo”, dijo la maestra de Ciudad Bolívar. En la capital del estado Bolívar apenas llegaba a fin de mes, dedicándose también a trabajar como comerciante.
Tiene una casa que compró él mismo. Y con su esposo Roy Durjan ha logrado ganar suficiente dinero para ayudar a sus seres queridos en Venezuela. “Tengo mucho que agradecer a este país”, dijo Venezuela, a punto de entregar un lote de halakchus a un cliente guyanés que ama su especia.
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