A pesar de las acusaciones de que su candidatura viola la constitución y de que está tratando de perpetuar su proyecto autoritario, el presidente salvadoreño Naib Buquel está en camino a la reelección en febrero en medio de una gran popularidad y sin una gran oposición.
Con el pelo peinado hacia atrás, ropa informal y sombrero echado hacia atrás, Buckel, de 42 años, ha sabido promocionar su imagen en las redes sociales, destacando el “éxito” de su guerra contra las bandas, en medio de acusaciones de abuso de poder por parte de un sector. Fuerzas estatales.
Aunque la constitución prohíbe la reelección presidencial, una resolución de 2021 de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema permitió a Bukele postularse para la reelección, la cual fue aprobada por el Tribunal Supremo Electoral. Según ese fallo, Buckel tuvo que solicitar una licencia de seis meses antes de que expirara su mandato para poder participar en la carrera, informó AP News.
Buckel recibió permiso del Congreso para dejar temporalmente el cargo y dedicarse a hacer campaña para el vicepresidente Félix Ulloa, nuevamente su colega.
La presidencia la ocupó Claudia Juana Rodríguez de Guevara, muy cercana al presidente y hasta hace poco desconocida en El Salvador.
Arena gobernó el país durante 20 años, de 1999 a 2009, mientras que el FMLN lo hizo de 2009 a 2019, cuando Bukele ganó las elecciones y acabó con el bipartidismo.
“En este momento no hay ningún candidato, ningún partido que pueda competir con el presidente”, dijo a The Associated Press Eduardo Escobar, abogado de la organización no gubernamental Acción Ciudadana.
Añadió que “se espera que gane fácilmente las elecciones en la primera vuelta” y que Nuvus Ideas “podría obtener al menos una mayoría absoluta, la mitad más 60 diputados del Congreso y una mayoría de alcaldes”.
La abogada y analista política Bessie Ríos criticó a los partidos de oposición porque “perdieron un año y medio quejándose de la inconstitucionalidad (de la reelección), que es cierto, pero no prepararon candidatos ni los promocionaron”.
Napoléon Campos, experto en asuntos internacionales, sostuvo que una sala del tribunal “no puede permitir lo que la Constitución no permite”, mientras que algunos analistas consideraron que la aprobación de Buchelle era “ilegítima” porque la cámara estaba compuesta por personas relacionadas con el gobierno.
En mayo de 2021, el nuevo Congreso controlado por Nuvus Ideas y sus aliados destituyó a jueces de la Sala Constitucional, juramentó a sus sucesores y aprobó una reforma para destituir a jueces y fiscales mayores de 60 años o con más de 30 años de servicio. . Para los parlamentarios de la oposición, a través de estas reformas, el partido gobernante quería controlar el poder judicial.
En entrevista con AP Juan Papier, subdirector de la división de las Américas de Human Rights Watch, sostuvo que Buckel “creó condiciones que le permitieron concentrar el poder político y reelegirse para prolongar o perpetuar su proyecto autoritario”.
Laura Andrade, directora del Instituto de Opinión Pública de la UCA, explicó que los salvadoreños en su mayoría están de acuerdo con la reelección “porque no quieren que cambien los avances que sienten ni los avances en seguridad”.
“Tenemos más seguridad, mis hijos salen a jugar a la calle sin problemas, los pandilleros están presos o se han ido a otro lado”, dijo Juana Martínez, una mujer que visita el centro histórico de San Salvador.
El 27 de marzo de 2022, cuando se registraron 62 asesinatos en un día, el Congreso aprobó un estado de emergencia que limitaba la libertad de asociación, suspendía el derecho de una persona a ser debidamente informada del motivo de su arresto, así como el acceso a un abogado. Además, aumenta el período de detención administrativa de 72 horas a 15 días y permite a las autoridades interceptar correspondencia y teléfonos celulares que consideren sospechosos.
El Parlamento también reformó el Código Penal para que los miembros de pandillas u otras organizaciones criminales puedan ser condenados a entre 20 y 40 años de prisión. Los líderes del grupo se enfrentan a penas de entre 45 y 60 años de prisión.
“Hay menos muertos, vivimos más tranquilos y no me preocupa la Constitución”, añadió el obrero de la construcción Tomás Escalilla mientras esperaba un autobús en un parque de Santa Tecla, en la periferia occidental de la capital.
Liberadas de la obligación de explicar cada arresto, las fuerzas de seguridad fueron de puerta en puerta para sacar a decenas de jóvenes y rodearon el área con alambre de púas para controlar quién entraba y quién salía.
Papier reconoció que las políticas de seguridad de Buckel habían reducido significativamente los asesinatos y la extorsión relacionados con las pandillas, pero dijo que el régimen de emergencia había costado “graves violaciones de los derechos humanos y la concentración del poder”.
La directora para las Américas de Amnistía Internacional, Anna Picker, quien recientemente presentó un informe en el que acusaba al Estado salvadoreño de “tortura sistemática en las cárceles”, expresó su preocupación por la reelección de Buquel porque teme que “podría fortalecer este tipo de prácticas”.
El gobierno afirma que las medidas extraordinarias han tenido éxito y que 74.000 personas han sido encarceladas y los jueces han liberado a más de 7.000 por falta de pruebas que las vinculen con las pandillas.
En 2015, El Salvador era considerado uno de los países más violentos del mundo, con una tasa de homicidios de 106 por cada 100.000 habitantes. En 2023, la Policía Nacional Civil contabilizó 195 asesinatos al 30 de noviembre, frente a 598 durante el mismo periodo del año anterior.
Pero según un informe de Amnistía Internacional, desde que entró en vigor el estado de emergencia y hasta octubre se han registrado 327 desapariciones forzadas y más de 190 muertes bajo custodia estatal.
Algunos temen que, si es reelegido, Bukele mantendrá e incluso fortalecerá el estado de emergencia.
Las llamadas maras o pandillas están involucradas en el narcotráfico y el crimen organizado, pero también extorsionan a comerciantes y empresas de transporte y matan a quienes se niegan a pagar.
En 2012, el gobierno estadounidense incluyó a la Mara Salvatrucha (MS-13) como organización criminal. Tres años después, la Corte Suprema salvadoreña lo declaró terroristas a él y a la pandilla Barrio 18.
“Ahora puedo entrar a los lugares donde gobernaban las pandillas, entonces era un suicidio”, dijo Germán Castellón, quien entrega alimentos a hogares en la comunidad La Campanera, que ha estado bajo el control del Barrio 18 durante más de tres décadas.