Frank José Romero Maldonado, de 32 años, un médico venezolano que huyó de Venezuela hace 10 años porque ya empezaba a sufrir los efectos de la crisis, puso su mirada en Colombia donde, una década después, ahora triunfa en su profesión.
El héroe de la historia nunca soñó con hacer una vida en ese país ni ocupar su cargo. Pero el camino no fue nada fácil. El médico tuvo que dejar su trabajo y emprender el viaje porque el hambre y la miseria lo estaban acabando a él y a su pueblo.
Lo que realmente motivó a Frank a irse fue su hijo y su familia. “Recuerdo que trabajé en dos centros médicos en la ciudad de Los Teques, en el estado Miranda, cuando empezó la devaluación del dinero, no valía nada, era cierto que con el salario solo comprabas un paquete de harina. Tuve que adaptarme a la inseguridad. Tenía mucho frío y tenía miedo, no quería salir. Pensé que me iban a matar. Salí de la casa a trabajar y viceversa, preocupada por no saber si. Sobreviviría”, recordó.
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Afirmó que durante el estallido de las protestas en 2014, lo iban a matar a tiros. “Una vez estaba en medio del tiro. Recuerdo esa tarde que llamé a mis padres y les dije 'esta noche no lo voy a hacer', mientras de fondo sonaban disparos”, contó entre lágrimas al Diario del Magdalena. .
En ese sentido, dijo que cuando vio que no tenía nada para darle a su familia pensó en emigrar. “Mi vida cambió allí, fue un golpe muy duro. Tomé una decisión esa noche, lloré, estaba triste. Sin despedirme de muchos, agarré mis cosas y salí temprano en la mañana hacia Colombia. “Ahí comenzó el viaje. comenzó. “
El médico se desplazaba desde el estado Julia limitando con el departamento de La Guajira. En el camino, dice, otros compatriotas han sido insultados por los guajiros.
Llegó a Santa Marta.
Una vez que llegó a Santa Marta, conoció a una prima que vivía mucho tiempo en Colombia, quien le dio cobijo. Después de una noche de debate interno, le ofrecieron un trabajo que calmó sus demonios.
“Un conocido de un amigo buscaba alguien para regentar una droguería en Gaira. Entonces a partir de ese día comencé a trabajar y todo empezó a sumar y sumar, creo que tuve suerte. Dios nunca me ha abandonado. Empecé a atender pacientes como médico privado, la gente empezó a reconocerme y la gente venía a consultas”, dijo.
Sin embargo, cuando todo iba bien, la empresa atravesó una crisis y lo despidió a él y a varios de sus compañeros. “No me quedaba nada y aún tenía tres semanas. Mi prima me dejó a cargo de las niñas y la desesperación por conseguir algo era terrible, ya que no tenía dinero para mandárselo a mis padres”, agregó.
una segunda oportunidad
Al cabo de unos días, una nueva luz se cruzó en su camino. Un compañero le ofreció un lugar para trabajar y desde entonces pudo ayudar y atender a muchos pacientes que hoy siguen confiando en él.
“Después de dos años de lucha y esfuerzo, miro hacia atrás y siento que en ese momento mi mente ganó la batalla. Me convertí en una persona digna, valiente, luché por seguir mis sueños, por desarrollar mi carrera en un país diferente al mío. Y así pude seguir ayudando a mi familia”, afirmó el médico al recordar los momentos difíciles.
Actualmente, Frank se está preparando junto con otros médicos para abrir un consultorio en Medellín. Asimismo, pronto comenzará su especialización en medicina estética y espera algún día convertirse en instructora para inspirar a miles de personas.