con una espátula
-¡Sí, es mi Montse, es mi Montse! – rompió en un grito Carmen Ávila Cuando el capataz de la Guardia Civil, Gregorio Pacheco, recogió la manta que cubría el cuerpo de la niña, la encontró en el arcén de la carretera a sólo un kilómetro de la localidad catalana de Sant Hilaire Sacalm.
por Caracas Al Dia.com
Domingo después de las 11 am. 12 de julio de 1987. Más temprano, dos cazadores que se internaron en el bosque alrededor de las 6:30 horas vieron el cuerpo de la niña. A primera vista queda claro que su muerte no fue un accidente, ningún coche o camión lo atropelló. Tenía una herida clara en el lado derecho de la cabeza. La niña fue asesinada.
La noticia de una niña desaparecida ya se ha extendido por la ciudad: “La Montse” – como lo llamaba todo el mundo – uno de los nueve hijos de una familia formada por un camionero y una empleada doméstica. Cuando llegó la Guardia Civil, la señora de la casa quedó paralizada, tanto que su hija mayor Carmen tuvo que visitar al cabo Pacheco para comprobar si la muerta era su hermana.
Estaba a punto de subirse a un coche de policía cuando un hombre respondió y se ofreció a llevar a Carmen a su camioneta. Jose Taleda, padre de familia de 46 años, tornero de profesión, vivía a menos de cien metros del domicilio de Ávila y era muy conocido en la localidad. Amable y servicial, se solidarizó con sus vecinos. “Lo aceptaré”, dijo.
El cabo Pacheco pensó que era bueno, porque en una situación tan angustiosa era mejor para Carmen, una adolescente de sólo 17 años, estar con alguien en quien confiaba. En la furgoneta, con Carmen en el asiento del copiloto Citroën Taledar Siguió el coche de policía hasta donde estaba el cuerpo.
Carmen reconoció el cadáver de su hermana Montserrat y se fue llorando. Taleda, que estaba a unos pasos de distancia, se acercó y pidió verlo. “Sí, es Montse, porque lo conozco Lleva los pantalones que le di”, dijo parándose frente al cuerpo.
la noche anterior, Montserrat Ávila Salió de la casa alrededor de las 22.30, diciendo que iba a ir un rato a Taleda para ayudarla a limpiar el taller de tornos. Era algo habitual, ya que Carmen y ahora Montse iban al taller a hacer pequeños trabajos a cambio de unas pesetas o regalos.
La madre pensó que Montserrat le estaba mintiendo. Eran más de las diez de la noche de un sábado y tal vez esto fuera todo. Solía ir a la discoteca de la ciudad con algunos de sus amigos. Lo dejó ir, Montes tenía derecho a divertirse un poco. Además, Carmen, la mayor, probablemente ya estaría en la discoteca -no había muchos lugares adonde ir en ese pueblo- y eso la hacía sentir segura.
Pero Montserrat no volvió a casa esa noche y Carmen no lo vio en la discoteca. La madre de la muerta contó todo esto al cabo Pacheco, quien preguntó a Taleda si había visto a Montserrat en el taller la noche anterior. Taleda respondió que no y añadió que en ese momento estaba comiendo en un restaurante de la ciudad con su esposa. Era una coartada comprobable y Pacheco lo dejó en paz.
El capataz no preguntó a Turner –que le había hecho el regalo a la niña– si le había entregado las 5.000 pesetas que llevaba en el bolsillo del pantalón; Tampoco se percató de que Taleda -que nunca salía a comer fuera- acudió esa noche al restaurante con su mujer.
La investigación se estancó y, para sorpresa de nadie, Taleda vendió su camioneta Citroën, que estaba casi nueva, para quedarse con su viejo Renault.
y en Guardia Civil Si hubiera revisado sus propios archivos sobre muertes y desapariciones en el área, habría encontrado información del pasado de Turner que podría estar vinculada –aunque de manera tenue– con la muerte de Monserrat Ávila.
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