El precario campamento a orillas del Río Grande (o Río Grande) en Matamoros, México, está lejos del Palacio Nacional, donde una delegación estadounidense de alto nivel se reunió con el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, el miércoles para buscar nuevas acciones. Detener la creciente afluencia de inmigrantes a la frontera sur de Estados Unidos.
Quizás fue una señal de lo que vendría cuando las autoridades mexicanas en Matamoros comenzaron el miércoles a utilizar maquinaria pesada para retirar lo que llamaron tiendas de campaña abandonadas.
El cierre temporal de dos cruces ferroviarios fronterizos en Texas es un mensaje claro de que Estados Unidos debe hacer más para evitar que los migrantes lleguen a la frontera en trenes de carga, autobuses y camiones, informó AP News.
Ante la frustración que estos cruces han abierto para el traslado de sus mercancías, México ha comenzado a dar señales de que comenzará a cooperar con el trabajo migrante.
Un claro ejemplo fue lo ocurrido en Matamoros, cuando el secretario de Estado estadounidense, Anthony Blinken, se reunió con López Obrador en la capital mexicana.
Según explicó AP, Segismundo Doguín, titular del Instituto Nacional de Migración en Tamaulipas -estado donde se encuentra Matamoros- negó que se tratara de un desalojo. “Lo que estamos haciendo es la carpa que estamos viendo está vacía, la carpa que estamos quitando… Bueno, los migrantes ya comenzaron a irse”.
Pero un inmigrante hondureño que sólo quiso dar su nombre, José, dijo que algunos de los 200 inmigrantes restantes se vieron obligados a abandonar el campamento el martes por la noche.
“Nos echaron a todos”, dijo. Como explicó, les avisaron con poca antelación para que retiraran sus tiendas y pertenencias de la carretera y fueron intimidados por las excavadoras que se movían entre las tiendas. Los inmigrantes, añadió, “tuvieron que huir para salvar sus vidas, porque de lo contrario podría ocurrir un accidente”.
Algunos de los migrantes se trasladaron a una zona vallada del campamento designada por agentes de inmigración, pero eso no disipó sus temores.
Unos 70 inmigrantes saltaron el río y entraron a Estados Unidos el martes por la noche. Estuvieron atrapados durante horas bajo cercas de alambre de púas ordenadas por el gobernador de Texas.
Glady Kanas, fundadora de la ONG Helping Them Triumph, con sede en Matamoros, dijo que los inmigrantes que se ven obligados a abandonar los campamentos tienen pocas opciones.
“Bueno, la verdad es que los refugios están llenos”, dijo.
Cañas estuvo en el campamento el miércoles, donde caminó entre tiendas de campaña y alentó a los migrantes a evitar cruzar ilegalmente a Estados Unidos, especialmente después de que varias personas se ahogaron en los últimos días.
Hasta algunos días de diciembre, las autoridades estadounidenses detectaron 10.000 cruces ilegales diarios desde México, y Washington ha tenido problemas para procesar a miles de migrantes o darles asilo una vez que llegan a las ciudades del norte del país.
La industria mexicana se vio golpeada la semana pasada por el cierre temporal de dos cruces ferroviarios con Texas, ya que agentes de la Patrulla Fronteriza tuvieron que ser reasignados para hacer frente al elevado número de cruces de inmigración.
Se cerró otro cruce fronterizo en Lukeville, Arizona, y se suspendieron parcialmente las operaciones en San Diego y Nogales, Arizona.
Luego de la reunión en Ciudad de México, la secretaria de Relaciones Exteriores de México, Alicia Bárcena, indicó que la prioridad del gobierno mexicano era reabrir los pasos fronterizos que habían sido cerrados debido al aumento de migrantes.
“La importancia de reabrir los cruces fronterizos es una prioridad para nosotros”, dijo tras salir de una reunión a la que asistieron Blinken, el secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, y la asesora de seguridad nacional de la Casa Blanca, Liz Sherwood.
México ya emplea a más de 32.000 miembros de las fuerzas armadas y la Guardia Nacional (alrededor del 11% de sus fuerzas) para hacer cumplir las leyes de inmigración.
Pero las deficiencias de la medida quedaron expuestas el martes, cuando elementos de la Guardia Nacional no hicieron ningún esfuerzo por detener un convoy de unos 6.000 migrantes, en su mayoría de Centroamérica y Venezuela, mientras pasaba por puntos clave de inmigración. Una visita al estado de Chiapas cerca de la frontera con Guatemala.
México ha permitido anteriormente que este tipo de caravanas avancen, creyendo que se cansarían de caminar por la carretera.
El miércoles, Lázara Padrón Molina, una cubana de 46 años, se encontraba cansada y enferma. La caravana salió de la ciudad de Tapachula el domingo y recorrió unos 75 kilómetros (45 millas) en un calor sofocante hasta llegar a Esquintla en Chiapas.
“El tramo es muy largo para caminar, ¿por qué no nos dan papeles para poder tomar un bus, taxi o algo más?” se preguntó la mujer. “Mira cómo tengo las piernas”, añadió mostrando sus úlceras. “No puedes caminar”.
Pero dejar que se cansen (obligar a venezolanos y otros migrantes a caminar a través de las peligrosas selvas del Tapón del Darién en Panamá o transportar a migrantes desde autobuses de pasajeros a México) ya no funciona.
El número de migrantes que suben a trenes de carga para cruzar México ha sido tal que una de las dos principales compañías ferroviarias del país se vio obligada a suspender el servicio en septiembre pasado por motivos de seguridad. La delegación estadounidense quiere ver un operativo policial para sacar a los migrantes de los trenes, como lo hicieron las autoridades mexicanas hace una década.
El cierre del cruce ferroviario en Texas interrumpió los envíos de México a Estados Unidos, así como el movimiento de granos necesarios para alimentar al ganado en México.
López Obrador ha dicho que está dispuesto a ayudar, pero quiere que Estados Unidos envíe más ayuda para el desarrollo a los países de origen de los migrantes, reduzca o elimine las sanciones a Cuba y Venezuela y abra un diálogo con el gobierno de La Habana.