Por María Laura García
¿Estamos infectados con la juventud o es la carga de la vida cotidiana lo que nos hace sentir apresurados y desconectados? Lo cierto es que mucha gente evita o no quiere interactuar directamente como lo hacíamos antes de los servicios de mensajería, hace apenas una década, y se limita mayoritariamente a conversaciones superficiales a través de las redes, el correo electrónico, Telegram o WhatsApp, que, según mis estándares (soy con cuidado), hace más daño que bien en varios tipos de relaciones humanas: familiares, personales y laborales. La gente te lee y te deja “a la vista”, se salta llamadas o reuniones y deja de hablar. Otros incluso tienen sus teléfonos en la mano, viendo contenido o comentando, pero en realidad evitan o ignoran las interacciones con las personas que los rodean.
La mayoría de nosotros, por muy desafiante que sea nuestro presente para todos, estemos donde estemos, nos sentimos abrumados material y emocionalmente y por lo tanto, este declive nos lleva a no tener tiempo para nada ni saber gestionarlo. El mecanismo protector de la desconexión emocional que en lugar de ser positivo nos expone a la soledad, a la falta de empatía, a la falta de afecto, y complica todos los procesos y dinámicas de la vida, porque entre otras cosas es ignorado o “escondido” debajo de la alfombra. esenciales (compartir, amar, hablar, etc.), ya que en esencia vivimos en “modo automático”.
Nos hemos vuelto tan aislados y el junior es el rey, que muchos no están interesados en construir vínculos de confianza o relaciones duraderas con otras personas. Las interacciones sociales y laborales son superficiales, ya que de esta forma se evita el compromiso con la empatía, evitando al mismo tiempo afrontar los propios sentimientos de dolor o miedo.
Se crea así una vida de soledad interior en la que se adoptan relaciones superficiales, o conexiones digitales o tecnológicas y aparece, especialmente en las redes sociales, una vida plena y satisfactoria que esconde o reprime la sensibilidad. Completamente oculto deliberadamente.
¿Será que la intimidad médica de mi época se ha convertido en un monstruo que muchos siempre evitarán?
Las personas están juntas, pero no conectadas. Construyen un muro que los protege del peligro, pero también los aísla de la posibilidad de comprensión y afecto. Aunque el entorno les ofrece amor y atención genuina, la gran mayoría de los jóvenes y “millennials” se sienten solos, ya que no registran nada más allá de lo superficial en su interior, ya que ponen mucha distancia entre sus relaciones a nivel emocional. Establece relaciones emocionales para evitar sentirte vulnerable.
De hecho, puede resultar muy frustrante y complicado para mí trabajar con personas así, especialmente si se trata de una relación personal. Para no ser demasiado duro, digamos que muchas veces esta indisponibilidad emocional se vuelve inconsciente. Sin embargo, este tipo de personas gastan una gran cantidad de energía psicológica para evitar afrontar sus emociones y sólo pueden resolver esto en terapia si la soledad emocional comienza a afectarles. El problema es que al tener sus defensas tan automáticas pueden luchar hasta el final sin ser conscientes de lo que perciben como su debilidad.
Hoy en día, la mayoría prefiere conectarse a través de un dispositivo electrónico antes que “en vivo y en directo”, sea cual sea la forma. Creo que es por comodidad, o por miedo a la comunicación y porque, casi todos ahora, queremos o necesitamos “hacerlo de prisa” y, a veces, incluso por mala educación.
La verdad es que es una pena perder la esencia de las relaciones humanas. De hecho, la mayoría de ellos ya sienten que están incompletos sin Internet y la red, ya que la idea es que todo sucede en esa plataforma. Es más, aunque todos somos conscientes de que crean dependencia, lo entendemos como algo “normal”, aunque conocemos sus beneficios y/o riesgos. De hecho, los nuevos medios crean una emoción y una fascinación fugaces, similares a la naturaleza impulsiva y de ritmo rápido de los adolescentes.
Para mí, la “brecha” generacional comunicativa entre jóvenes y adultos se ha profundizado, por un lado, debido al fortalecimiento de las características de las subculturas juveniles y a la nueva “brecha electrónica” creada por las tecnologías de la información, la informática y la tecnología. Internet, pero creo incluso que este tipo de comportamiento lamentablemente es aceptado por muchos adultos.
También me parece muy preocupante la incertidumbre ante el individualismo y la actual competencia del “todo vale”, porque aumenta el nivel de inquietud y malestar que existe en la gran mayoría, que abarca también a todos los grupos de edad. Lamentablemente este no es un mal exclusivo de la nueva generación.
Los lazos sociales que alguna vez nos mantuvieron unidos se han visto muy afectados por la modernidad. Hoy en día las familias son mucho más inestables, los matrimonios son menos permanentes, los padres “sostienen” menos a sus hijos, están menos alerta ante situaciones de riesgo o cambios culturales. Una educación que pueda justificarse como una “inversión para el futuro” a los ojos de los jóvenes se considera hoy innecesaria y alejada del interés y la preocupación de todos.
Este mundo y la verdad, repito, no me gusta.
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