con una espátula
Alexei Navalny, enemigo número uno del presidente ruso Vladimir Putin, bloguero, defensor de la corrupción y organizador de las mayores protestas antigubernamentales desde la caída de la URSS, murió hoy en prisión.
“El envenenador de Vladimir”, así llamó Navalny al jefe del Kremlin en febrero de 2021 durante el primer juicio, procesos políticos criticados por los antirrusos y Occidente.
Fue el primer faro de generación libre en la historia de Rusia. El Kremlin era tan consciente de ello que un juez ruso le impuso la sentencia definitiva, de casi 30 años de prisión, en plenas operaciones militares en Ucrania.
Ucrania, una guerra criminal
La prisión no ha impedido que Navalny denuncie públicamente lo que él llama la “guerra criminal” de Ucrania, cuyo único propósito, dicen sus oponentes, es permitir que Putin “se mantenga en el poder”.
También atacó la movilización parcial ordenada por el jefe del Kremlin, cuyo objetivo sería “involucrar al mayor número de personas” en el crimen y “manchar la sangre de millones”.
Además, afirmó que “Putin está perdiendo” y predijo “un enorme número de muertos en la guerra (…)”.
Aprovechó la impopularidad del conflicto para reactivar su movimiento político, prohibido por “radical”, con el lema “No a la guerra, no al movimiento, la libertad de Navalny”.
Envichok y sentencia de cárcel
La paciencia del Kremlin con Navalny terminó en agosto de 2020. Luego, según oposición adicional en el parlamento, las autoridades dijeron basta y decidieron eliminar al político ruso con mayor influencia en Occidente.
“Putin ordenó que me mataran”, dijo Navalny en Alemania tras recuperarse de un envenenamiento con un agente tóxico perteneciente a la familia Novichok.
Una operación secreta de los servicios especiales salió terriblemente mal y Navalny regresó a Rusia a mediados de enero como un fénix para desafiar al líder ruso.
Pero el Kremlin lo estaba esperando. Las autoridades aprovecharon su negativa a comparecer ante las autoridades en un antiguo caso penal para enviarlo a la cárcel.
Putin se deshizo así de otro enemigo de la época, como Mijaíl Jodorkovsky, el hombre más rico de Rusia, encarcelado en Siberia (2003), o su oponente Boris Nemtsov, asesinado frente al Kremlin en 2015.
Navalny se opuso a la mayoría de los llamamientos electorales, pero se convirtió en una celebridad en el extranjero tras ser víctima de un intento de asesinato a manos del Servicio Federal de Seguridad (FSB).
Hasta entonces, ese honor, el envenenamiento con agentes tóxicos, estaba reservado casi exclusivamente a ex espías del FSB que desertaron y se pasaron al enemigo, como Skripal o Litvinenko.
Zar de las redes sociales
Navalny, experto en el uso de las redes sociales, ya preparaba su venganza, que llegó en forma de tres vídeos comprometedores para el Kremlin.
Con la ayuda de Bellingcat y de varios medios occidentales, pudo recopilar información que demostraba, según los políticos, que el FSB estaba involucrado en su intento de asesinato.
No se limitó a eso, sino que incluyó una conversación telefónica con uno de los presuntos participantes en la operación encubierta, quien admitió que sus cómplices habían rociado Novichok en la ropa interior de un oponente.
El último regalo venenoso de los opositores al Kremlin fue el vídeo titulado “El Palacio de Putin” que los amigos del presidente le hicieron en el Mar Negro, y uno de sus mejores amigos, el empresario Arkady Rotenberg, admitió más tarde que era de su propiedad.
Todo esto no sólo expuso al FSB y a Putin, sino que fueron vistos por más de 150 millones de personas, cifra que contrasta con los siete millones que siguieron la rueda de prensa anual del presidente en la misma fecha.
Rusia con un poco
Todo empezó en el partido liberal Yabloko, del que Navalny fue expulsado por sus ideas nacionalistas. Pero su brutalidad duraría poco, ya que en las elecciones parlamentarias de 2011 logró organizar las mayores protestas antigubernamentales desde la caída de la URSS para luchar contra “Rusia sin Putin”.
Al año siguiente, dio un gran salto en la política al presentar su candidatura a las elecciones a la alcaldía de Moscú, donde obtuvo casi un tercio de los votos, un hito sin precedentes para la oposición proparlamentaria.
El odio hacia Putin, que nunca le ha llamado por su nombre, deriva de numerosos incidentes en los que sus opositores han avergonzado a los aliados del Kremlin, a quienes denunció con su dedo acusador en las redes sociales fuera del alcance de la censura.
No hubo sanciones para los látigos del Kremlin cuando se trataba de denunciar la corrupción en la administración pública. Ya sea el Primer Ministro, Dmitry Medvedev, el Presidente del Parlamento o la esposa del Banco Estatal, el Fiscal General o el Portavoz del Presidente.
El líder de la oposición ya no es sólo una molestia sino una amenaza. Desde entonces, ha sido condenado a prisión por presuntos delitos económicos, lo que le descalifica como candidato del Kremlin, y ha sido agredido físicamente en varias ocasiones.
Incluso tras las rejas, logra influir en las elecciones a través de su programa Smart Vote, que implica elegir entre los candidatos con mayores posibilidades de derrocar a un candidato del partido del Kremlin.
Poco después de pedir que se votara por un candidato distinto de Putin en las elecciones presidenciales del próximo marzo, Navalny fue trasladado en secreto a una prisión del Ártico, donde murió hoy.
Caracas Al Dia