con una espátula
La diáspora venezolana ha crecido en la Gran Manzana, en 22 meses, de manera meteórica: ¡1.000%!
Por El Diario NY
Durante ese corto tiempo, también aparecieron una serie de estigmas en el seno de la comunidad hispana, que asociaban especialmente a estos “recién llegados” con etiquetas muy negativas. Hoy, para esta comunidad, no es sólo un desafío integrarse a una ciudad compleja, costosa y multicultural, sino también una expresión de rechazo muy difícil de ocultar.
Toda esta tendencia se ha visto impulsada por una serie de incidentes criminales que han aparecido en los titulares nacionales en las últimas semanas.
“Desafortunadamente para la gran mayoría de los que vinieron a trabajar, pagar impuestos y aportar sus grandes talentos, el horrible comportamiento criminal de un grupo ha creado una narrativa que injustamente nos coloca a todos en el mismo lugar. Reconocemos que compañeros de aquí y de otros países se han portado pésimo”, describió Pedro de Llano, profesor universitario y creador de contenidos en plataformas digitales.

Este venezolano, desde hace 25 años en la ciudad de Nueva York, dirige su atención a expresiones de odio muy claras y comentarios insultantes en las redes sociales que se escuchan en muchos lugares, especialmente donde conviven otros inmigrantes latinoamericanos.
“Creo que los buenos venezolanos tenemos mucho trabajo por hacer para superar el estigma que generan las actitudes y acciones completamente deplorables del pueblo de nuestro país. Lo justo sería definir a las personas por su especialidad, no por su nacionalidad”, añadió.
Entre el miedo y la vergüenza
Para los venezolanos, con viajes largos a esta ciudad, las etiquetas negativas sólo pueden convertirse en una anécdota incómoda. En cambio, para miles de novatos, es sólo un gran muro, cada vez más difícil de escalar.
Vanessa Delgado, inmigrante venezolana en esta orilla, que llegó con su hijo hace seis meses y tiene el mismo sentimiento de rechazo por su origen: “Nunca pude trabajar. Cuando saben que eres venezolano y vives en un asilo, ponen excusas para no darte una oportunidad. Y conozco a mucha gente que ni siquiera quiere alquilar una habitación. “Estoy huyendo de la xenofobia peruana”.
Otros, como Mildred Sánchez, de 38 años, contadora pública caraqueña que emigró en 2017 y aún espera su entrevista sobre su solicitud de asilo, dijo sentirse “horrorizada y avergonzada” por las noticias sobre sus compatriotas. Lo peor es que está convencido de que estos “escándalos” pueden afectar el alivio migratorio que se viene peleando desde hace años, no sólo para los venezolanos, sino para todos los inmigrantes: “No sólo afecta a nuestra bandera, sino también a la comunidad” hispana. apenas.”
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