Bailes mixtos a medianoche quemando brasas en Quebayo; Espontánea, tribal y mística, se realiza con absoluta fe en dioses lejanos que poco tienen que ver con la cosmología impuesta por la conquista española y mucho con un panteón de ídolos cercanos como mestizos y cimarrones.
No es casualidad que pase de un día para otro en la madrugada de esa fecha crítica del 12 de octubre que la historia oficial y sus narradores extraoficiales son los responsables del “descubrimiento”. La defensa de la dignidad, la memoria y la identidad precolombina le dio un título más justo, como invasión o genocidio.
El Baile de Candela, finalmente, representa esto y más. Es una forma de expiación por el pasado y un beneficio manifiesto de la religiosidad popular, expresado con el permiso otorgado por los elementos naturales, la fraternidad y la desobediencia. Por ello, fue declarado este año patrimonio cultural venezolano y aspira a ser objeto de otro expediente ante la Unesco para consagrarlo como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.
Richard Pérez, presidente de la Federación Venezolana de Espiritismo (FVE) y uno de los artífices de esta celebración y su resultante declaración, no deja de recordar a quienes históricamente han promovido la danza que se practica en las montañas de Sorte, monumento natural del Cerro María en el estado de Lionza en el estado de Yarraquí, donde viven 11.000 personas al pie del macizo de Nirgua. El área de más de hectáreas acoge a los practicantes del espiritismo y sus diversas cortes y portales de fe.
“Este es un trabajo que se hace desde hace muchos años”, dijo antes de enumerar a los organizadores y jefes del evento que siguen determinando su destino: Rubén Darío, quien homenajea a la gran sacerdote Juana de Dios Martínez, cuyo esmerado esfuerzo es recordado, hasta Le entregó la responsabilidad a Pablo Vásquez y, finalmente, a Richard. A partir de 2015, como en años anteriores cuando la danza se realizaba dentro de la montaña con inherente peligro para el equilibrio, ahora la practica el maestro Alejandro Collina junto al monumento. de María Lionza, que en 2022 Sorte se instaló en una pequeña plaza a la entrada.
Uno de los caminos que recorre la FVE, en alianza con Inparques, es mantener la dignidad del patrimonio de la montaña y su delicado ecosistema, por lo que insiste en instar a los practicantes religiosos a evitar organizar bailes privados en sus matorrales. El bosque posee y, por tanto, protege el medio ambiente e incluso la integridad física de los “bancos” y los “elementos”. La federación tiene esa disposición, explicó.
“Tanto es así, que se construyó un montículo indígena de aproximadamente 30 metros de diámetro para cuidar la capa vegetativa de la vela mientras se realizaba la danza”.
Otra iniciativa impulsada por la Federación es la capacitación, que tiene como objetivo combatir el estigma que supone que la religión en honor a la Reina Madre María Lionza es sólo velas, tabaco y humo. Advierte que debemos acabar con la idea de que los “cultistas” son pobres e ignorantes. Por lo tanto, uno de los requisitos de ingreso es obtener un diploma que abarque antropología e historia para luego pasar a los aspectos prácticos.
superstición
Una de las batallas más duras para “Marialoncero” es romper con los prejuicios sociales que enfrenta. Richard Pérez señala que incluso han tenido que lidiar con actos violentos vandalizando instalaciones y fotografías de quienes ingresaban al monte. Los comentarios en las redes sociales suelen ser insultantes y declaraciones públicas de otras afiliaciones religiosas en su contra utilizando todo tipo de adjetivos desde “satánico” hasta “criminal”, lo cual va en contra del artículo 59 de la Constitución venezolana que establece la libertad de culto, pues a pesar de que esta práctica es parte de nuestro sincretismo cultural. Representa diferentes elementos.